La recurrente discusión técnica sobre el precio del dólar oficial volvió a ocupar un lugar preponderante en las discusiones del Gobierno con el Fondo Monetario de cara al próximo año. El debate con los encargados del caso argentino del organismo ocurre ante las intenciones del ministro de Economía, Sergio Massa, de apaciguar el ritmo de ajuste del tipo de cambio oficial, en la búsqueda de una convergencia de precios al 4% mensual.
Pero con las dificultades del Banco Central para acumular reservas en el centro de la escena, en el FMI anticipan que la proximidad del período electoral generará más presión para aminorar el ritmo de devaluación y el equipo económico deberá hacer un equilibrio constante entre las exigencias del organismo y los requerimientos de la política. “Esas dos sintonías van a ser muy diferentes”, anticiparon fuentes oficiales al tanto de lo que se discute con Washington.
Una misión encabezada por el viceministro de Economía, Gabriel Rubinstein, acompañado de las principales funcionarios del Palacio de Hacienda -Leonardo Madcur, Eduardo Setti, Raúl Rigo, además del director general del Indec, Marco Lavagna- viajó en la semana a esa ciudad no sólo para asegurar el desembolso de los USD 6.000 millones por el cumplimiento de las metas de septiembre sino, esencialmente, para empezar a redefinir los objetivos y políticas del próximo año.
Nuevamente, el atraso cambiario es un eje fundamental de ese diseño. Tras el fuerte rezago acumulado el año pasado, cuando también en clave electoral el entonces ministro de Economía, Martín Guzmán, planchó el tipo de cambio, el presidente del Banco Central, Miguel Pesce, apuró el paso desde principios de 2022, en línea con lo acordado con el FMI.
Con la llegada de Sergio Massa al Ministerio de Economía, la suba de la cotización del dólar oficial se hizo más pronunciada y en noviembre, por primera vez, la devaluación superó la tasa de inflación. Fue con una tasa de depreciación de 6,6% comparada con un índice de precios que en el Gobierno ubican por un punto por debajo.
Una fuerte suba de tasas y la promesa cumplida (hasta el momento) de no más emisión monetaria para financiar al Tesoro completaron el combo ortodoxo en política monetaria por el que en el FMI felicitan al ministro.
Aun así, con una proyección en torno a 85% anual a noviembre, la inflación acumulada en el año supera el avance del dólar por más de 20 puntos porcentuales, cuestión sobre la que vuelven una y otra vez los técnicos del Fondo.
En el equipo económico reconocen la preocupación de los funcionarios del FMI por el tema, quienes temen por “las presiones” políticas para volver a usar el dólar de ancla, tal como ocurrió el año pasado.
Eso con el agravante de un escenario en el que será menor el ingreso de divisas producto de la sequía y en el que las complicaciones del Tesoro para obtener financiamiento aumentaría la tensión cambiaria.
“Están encima de eso, es cierto, no se les escapa que siempre en años electorales hay presión por usar al dólar de ancla”, dijo a Infobae una fuente oficial, quien anticipó que por el momento, la consigna sigue siendo acompañar la inflación. “En noviembre, estuvo por encima y la idea es seguir acompañando el ritmo de suba de los precios que, esperemos, en diciembre mantenga la tendencia descendente”.
Por lo pronto, en los primeros días de diciembre el BCRA devaluó a un ritmo mensualizado de 8%, el más acelerado desde que asumió el Gobierno, según el analista Gustavo Quintana. “En la semana que acaba de finalizar el tipo de cambio mayorista subió $2,50, la corrección semanal más alta desde agosto 2019″, apuntó el experto.
Sin embargo, desde el equipo económico insisten en que la estrategia es darle volatilidad por lo que no necesariamente el tipo de cambio siga corriendo a esa velocidad el resto del mes.
Es que un ritmo más acelerado de suba del dólar se contrapone a los acuerdos que Massa y el secretario de Comercio, Matías Tombolini, tejen trabajosamente con empresas de distintos sectores, fundamentalmente alimenticias, para congelar precios hasta marzo e imponer un “tope” de 4% de aumento mensual al resto de los productos que fabriquen.
En esas negociaciones quedaron incluidas también las petroleras, cuyos costos se rigen esencialmente por dos variables: la cotización del barril de crudo y el valor del dólar. Los empresarios exigen, como condición sine qua non para sostener ese acuerdo, que no se produzcan cambios bruscos en el contexto macroeconómico, algo difícil de garantizar.
De hecho, el contexto macro enfrenta numerosos riesgos de desestabilización. El principal de ellos, las complicaciones en el mercado de deuda en pesos e, incluso, el poco interés de los inversores privados por títulos dolarizados. Eso plantea un círculo vicioso en el que el Banco Central termina siempre cumpliendo el rol de rescatista.
“La situación de la deuda en pesos del Tesoro es compleja, pero tiene un prestamista de última instancia: el Banco Central, que puede asistir directamente al Tesoro y rescatar títulos públicos”, destaca el último informe de Equilibra, la consultora fundada por el ex colaborador del ahora ministro Sergio Massa, Diego Bossio.
“La manera óptima de reducir el endeudamiento sería bajar las necesidades fiscales, difícilmente suceda en año de elecciones presidenciales. El BCRA está jaqueado: no puede atender en simultáneo a todos sus objetivos, incluida la inflación”, cierra el informe privado de marras.