La primera ministra británica Liz Truss presentó su renuncia al cargo a solo 45 días de haber asumido. Lo hizo luego de otra mañana de caos en el Reino Unido que incluyó ministros que renuncian o amenazan renunciar, más de una docena de diputados conservadores que exigieron públicamente que Liz Truss deje su puesto y sanciones contra los legisladores Torys que ayer se abstuvieron en una votación promovida por el gobierno. Como era de esperar con este panorama, los mercados financieros, que tienen arrinconado al gobierno desde el 23 de septiembre, reaccionaron a la baja: descenso de la libra frente al euro, temblor en la bolsa, caída de las acciones, en particular las vinculadas al sector de hipotecas inmobiliarias.
Truss sin respaldo
Hasta ahora, encerrada en su bunker, Liz Truss no había dado señales de vida, quizás la mejor defensa que le quedaba porque cada vez que abre la boca, profundiza la crisis. El periódico ultra-conservador “Daily Telegraph”, que la había apoyado para reemplazar a Boris Johnson, se convirtió esta mañana en el último diario en soltarle la mano tras la dimisión de la ministra de interior Suella Baverman: “Liz Truss tiene que renunciar para que el Partido Tory tenga alguna chance de recuperarse”.
El caos de las últimas 24 horas ha superado el de los 40 días de gobierno y llevó a periodistas a quejarse en Twitter de que así no se podía seguir. “He sido corresponsal político en los últimos 21 años. He escrito millones de palabras en los últimos seis años en que la política británica se sumergió en un sueño psicodramático alucinógeno. Hoy es el peor día de todo este tiempo”, escribió el experimentado Tim Shipman en su cuenta de Twitter.
Es raro que los periodistas expliciten su posición, pero anoche el caos era palpable. “Me fui a cenar y apagué el celular por 90 minutos. Grave error”, twiteó otro reportero ducho en estas lides Lewis Goodall. El consenso general es claro hasta entre los mismos Torys, pero nadie daba con la fórmula para echarla sin convocar a elecciones generales en las que el Partido Conservador sería arrasado por el laborista. Esta mañana, uno de los tantos periodistas que está de vigía en 10 Downing Street, vio como hacían entrar por la puerta trasera de la residencia de la primera ministra a Graham Brady, jefe del influyente grupo parlamentario 1922, que agrupa a los diputados sin cargos en el gobierno. En teoría para encontrarle una salida más o menos “institucional” a la crisis: una salida “digna” que le resulte aceptable a Truss.
En declaraciones a la BBC un diputado conservador, Charles Walker, dio un diagnóstico contundente. “El espectáculo que estamos dando es verdaderamente lamentable. Soy diputado hace 17 años y nunca vi algo tan espantoso. Espero que todos los que pusieron a Liz Truss en 10 Downing Street se sientan contentos con los puestos que consiguieron a cambio. No soporto más a esa gente que por ambición personal y no por el interés de la nación, la han respaldado. Digo lo que piensan cientos de diputados conservadores”, dijo Walker.
Lo que decía Truss antes de renunciar
En la cámara de los Comunes ayer la primera ministro le respondió al líder laborista Sir Keir Starmen que no iba a renunciar porque “soy una luchadora, no alguien que se borra”. Unas horas más tarde la ministra del interior Suella Baverman dimitía por enviar un documento oficial desde su mail privado. El mensaje de renuncia fue un dardo envenenado a Truss. “Asumo la responsabilidad de mi error y renuncio. Es lo que debería hacer todo el mundo cuando se comete un error”, explicó para agregar que, “fingir que no hemos cometido errores, actuar como si nadie pudiera ver que los hemos cometido y esperar que las cosas salgan bien por arte de magia, no es serio”.
Baverman se refería al presupuesto que presentó el 23 de septiembre el ex ministro de finanzas de Truss, Kwasi Kwarteng. El presupuesto contenía un colosal aumento del gasto para contrarestar la crisis energética global y una igualmente colosal reducción impositiva para los ricos y las corporaciones: un agujero a cubrir con deuda de entre 60 y 70 mil millones de libras. La semana pasada Kwarteng renunció y su reemplazante, Jeremy Hunt, dio marcha atrás con casi todas las medidas del presupuesto que constituían el corazón del programa económico de Truss.
Al igual que Kwarteng, Baverman se convirtió en la ministra del interior que menos duró en el puesto en la historia británica: 39 días. Su supuestamente digna carta de renuncia no deja de ser una ironía: la ahora exministra apoyó a Truss en la elección interna para sustituir a Boris Johnson y fue una de las adalides de la reducción impositiva para impulsar el crecimiento vía la inversión que se derramaría por el resto de la sociedad.
¿Dónde está Truss?
La pérdida de autoridad de Truss fue tal que ayer no se supo durante buena parte de la noche si los encargados de implementar la disciplina partidaria en el parlamento (los whips: los látigos) habían renunciado a su cargo o los habían hecho a un lado. Los “whips” tenían que convencer a sus diputados por las buenas o a los latigazos para que votaran a favor de la liberalización del “fracking” al que muchos diputados y regiones de Inglaterra se oponen por su impacto medioambiental.
🔴 Esta ha sido el discurso de Liz Truss para anunciar su dimisión como primera ministra del Reino Unido https://t.co/O4V6TE5Lin pic.twitter.com/wAdPisXJeU
— EL PAÍS (@el_pais) October 20, 2022
Según distintas versiones, en algunos casos los diputados fueron llevados a la fuerza a votar a favor del gobierno. Fotografía del caos: la misma Liz Truss, que debía votar por su propia medida, no la votó, sin que haya por ahora una explicación oficial al respecto.
Agotados los epítetos y titulares, muchos diarios apelan al excelente humor inglés. Valga de ejemplo esta comparación que hizo John Grace en “The Guardian” al describir la entrevista que Truss le concedió a la BBC con la de una primer ministro dopada y encarcelada. “Su voz era monótona, indiferente, desapegada. La estaban alimentando bien, dijo, les daban unos 45 minutos de ejercicio, y le permitían hacer una llamada diaria. Therese Coffey (…su ministra de salud…) le proporcionaba un suministro diario de píldoras. Nadie podía pedir más. Pero realmente cómo se siente usted, le preguntó el entrevistador. Liz Truss cerró y abrió sus párpados 15 veces antes de contestar”.