“El aumento de los niveles de deuda puede complicar la lucha contra la inflación en las economías de mercado emergentes con niveles de deuda elevados y dolarizados, y marcos de política monetaria más débiles”. La frase no es de un centro de estudios progresista ni de un funcionario argentino, sino de un paper del Fondo Monetario Internacional (FMI).
Tiempo atrás, la vicepresidenta Cristina Kirchner disparó: “La inflación se dispara con la toma de deuda”, antes de volver a criticar el acuerdo con el Fondo que firmó su gobierno. En otra oportunidad señaló que el déficit fiscal “no es la causa de la inflación en Argentina”. ¿Por qué tenemos esta inflación única en el mundo? Por déficit fiscal no es. Por el comercial, tampoco. Estados Unidos es el país que tiene más déficit primario, más déficit final y más déficit comercial, pero tiene la maquinita de hacer dólares”, expresó.
“Este proceso ultrainflacionario es el producto del endeudamiento criminal del macrismo”, disparó, sin tomar en cuenta que en sus dos mandatos, la inflación real fue del 127% en su primer mandato y del 177% en el segundo. En 2006, la última cifra creíble antes de la manipulación de los datos del Indec, la suba de los precios fue del 9,8% y en 2015, según las mediciones alternativas, del 25% tras el 38% del 2014 por la devaluación y la suba de las tasas de interés, como reconoció la propia Cristina Kirchner.
El paper de Luis Brandao Marques, Marco Casiraghi, R. G Gelos, Olamide Harrison y Gunes Kamber indica que los altos niveles de deuda en forma de shock “afectan a las expectativas de inflación en las economías de mercado emergentes”.
“Nuestros resultados sugieren que un aumento sorpresa del 10% de la deuda pública sobre el PBI provoca un aumento significativo de las expectativas de inflación a largo plazo al cabo de unos dos años”, señalaron los autores.
“Este resultado parece deberse principalmente a las economías de mercado emergentes. Cuando dividimos nuestra muestra para estimar nuestra especificación de referencia para las economías de mercado emergentes y las economías avanzadas, el impacto de un shock de deuda sobre las expectativas de inflación difiere significativamente”, aclararon.
“En el caso de las economías avanzadas, la respuesta de las expectativas de inflación a un shock de deuda es nula en todos los horizontes”, indicaron los economistas del organismo que dirige Kristalina Georgieva.
En cambio, “en el caso de las economías emergentes, un aumento imprevisto de la ratio deuda pública/PBI se asocia a un incremento de las expectativas de inflación a largo plazo”.
“Un aumento imprevisto del 10% de la ratio deuda pública/PBI se traduce en un incremento estadísticamente significativo de 20 puntos básicos de las expectativas de inflación a largo plazo durante el primer año posterior a la perturbación, alcanzando un máximo de 70 puntos básicos durante el segundo año”, indicaron.
En las últimas dos décadas en la Argentina la relación de la deuda-PBI tocó su techo en 2004 con el 120%, bajó con el canje del 2005 al 80%, tocó un piso del 40% en 2011, superó el 50% en 2015 y del 80% en 2018 con el crédito del FMI. En 2019 volvió a quedar arriba del 100% y en 2022 llegó al 80% aproximadamente.
Según el paper del FMI, “los shocks de deuda actuales puedan señalar futuros déficits más elevados, que apoyarían entonces unas expectativas de inflación más altas”. De todos modos, la Argentina perdió sus superávits fiscal y externo sin un aumento de la deuda
En el año 2003, el superávit fiscal primario se ubicaba en 1.9% del producto bruto interno (“PIB”) –el superávit financiero llegaba al 0.2% del PBI– mientras que el ahorro de cuenta corriente era del 8.0% del PIB. En 2015, ambos datos estaban en rojo: casi 4% de déficit fiscal y 2,5% en la cuenta corriente.