1) Uno de los principales personajes de la miniserie no existió. La doctora Ulana Khomyuk, interpretada por Emily Watson, no es parte de la verdadera historia de Chernobyl. En ella, en esa científica con personalidad, que no se arredra, que dice las cosas de frente, que supera obstáculos, que cuestiona al poder, los autores resumieron a varios especialistas que intervinieron en los primeros días de la catástrofe. Es una de las grandes licencias que los creadores de la miniserie se tomaron frente a la verdad histórica. Por necesidad dramática, por economía narrativa, condensaron en esta mujer fuerte e inteligente el aporte de varias personas. Sin embargo, Khomyuk no solo es una invención porque no existió nadie con ese nombre. A pesar de que en la década de los 80 varias mujeres ocupaban puestos de importancia en el mundo científico soviético, ninguna llegó a ocupar un sitio de tanta relevancia. La lógica machista del régimen comunista y de la época no lo hubieran permitido. En la larga mesa (más nutrida de lo que se ve en la serie) en que en las altas esferas buscaban soluciones comandados por Mijaíl Gorbachov, los soviéticos no sentaron en ningún momento a una mujer.
2) Apenas producido el desastre, uno de los métodos que se utilizó para mitigar las consecuencias de la radiación y el fuego, fue el de conjurarlo con grandes cantidades de arena, plomo y boro sobre el ardiente reactor. Tal como se muestra en Chernobyl se utilizaron varios helicópteros para la tarea. No era un trabajo sencillo. Las posibilidades de éxito eran escasas. Lo que no sucedió es que en medio de esa actividad un helicóptero haya caído a tierra devorado por el monstruo radiactivo tal como se ve en uno de los primeros capítulos. Los pilotos de los helicópteros obedecieron los consejos de los especialistas y no se acercaron demasiado al núcleo ardiente y desnudo del reactor. Sin embargo, un helicóptero se desmoronó sobre la central nuclear pero más de seis meses después de la explosión. Durante las tareas de liquidación, mientras se construía el sarcófago para la central nuclear, una de las hélices impactó contra un cable y el aparato se precipitó a tierra ocasionando la muerte de sus tripulantes. Las imágenes estremecedoras se encuentran en YouTube.
3) Otro apartamiento de la estricta verdad histórica es la hipótesis alarmante que blande la doctora Ulana Khomyuk en una de las reuniones del comité de crisis comandado por Gorbachov. El personaje de Emily Watson menciona la posibilidad de una segunda explosión que podía llegar a tener una intensidad de entre dos y cuatro megatones. Las consecuencias podían ser las más fatales de la historia de la humanidad. Gran parte de la Unión Soviética y casi toda Europa Oriental corría serio riesgo. La realidad indica que la probabilidad de una segunda explosión era escasa y no inminente como se dice en la serie y nunca podría haber tenido tamaño efecto de devastación.
4) Para evitar esas consecuencias se diseñó un plan que sí tuvo lugar en la realidad. Dentro de los ingenieros de la planta se buscó tres voluntarios que fueran por debajo de la planta (debían conocer el terreno) para abrir unas compuertas para que el agua pasara y evitar que el suelo se convirtiera en lava por el extremo calor. La tarea era muy riesgosa. La radiación podía ser letal. Tres fueron los que se internaron en las profundidades. Los mismos tres que aparecen en la serie. Alexei Ananenko, Valeri Bezpalov y Boris Baranov. En la serie, en una escena de gran tensión, son ellos los que deciden ante el silencio de sus compañeros para la casi letal misión, un suicidio anticipado al que se lanzan luego de sentirse conmovidos por un discurso en el que se habla de los sacrificios del pueblo ruso, de ese componente casi genético de resignación, entrega y determinación. Sin embargo, como suele suceder, la realidad fue más llana, profana. No hubo lugar para la emoción, ni para dejar a elección de los operarios las decisiones. Los tres fueron convocados por escrito en base a sus conocimientos, experiencia laboral y juventud. Y sin el incentivo de ninguna recompensa ni premio especial. El deber los llamaba. El equipo con el que descendieron era menos completo y seguro del que se muestra en Chernobyl. Tan solo un traje de neoprene; ni siquiera tenían cubiertas sus caras. En la mayoría del trayecto el agua apenas les tapaba las rodillas. Pero la gran sorpresa que ofrece la realidad en este caso es que los tres, pese a lo que se dice en la serie, sobrevivieron sin mayores consecuencias a la peligrosa misión. Dos de ellos todavía viven y gozan de buena salud; el tercero murió en 2005 pero se cree que por causas no atribuibles a la radiación. Los dos sobrevivientes, que residen en Kiev, están teniendo unos días agitados respondiendo las preguntas de los periodistas de gran parte del mundo, dado el colosal éxito de la miniserie de HBO.
5) Los mineros que debieron ingresar a las profundidades para cavar un túnel, a altísimas temperaturas, para que el uranio no llegara al Mar Negro y así impedir que el veneno se desparramara a través del agua por toda Europa, también existieron en la realidad. Las condiciones de trabajo eran atroces. No había ventiladores porque remover el aire solo conseguía esparcir las partículas radiactivas. Pero esos mineros hicieron su tarea vestidos y no desnudos como exagera la creación de Craig Mazin. La tarea fue infructuosa: el material se enfrió solo y el peligro (ese peligro) se disipó.
6) Valeri Legásov fue el principal asesor científico del Kremlin en el desastre. A él escucharon los funcionarios. Sin embargo su papel no fue estrictamente el que le adjudica la serie. Los testigos dicen casi no haberlo visto en el campo (de batalla). Su lugar de trabajo era un búnker subterráneo cercano a la zona de desastre. Naturalmente tampoco actuó solo. En muy pocos días un batallón de los principales especialistas fue puesto a trabajar al lado suyo por el poder político. Tanto su rol como el del ministro Boris Shcherbina están magnificados en virtud de la economía narrativa. En ellos dos se depositan las principales decisiones y dilemas de la cuestión. Las decisiones se tomaban en un enorme comité integrado por políticos, burócratas, jefes militares y científicos. El Legásov de la vida real estaba casado y tenía una pequeña hija. El parecido físico entre Legásov y el personaje encarnado de manera magistral por Jared Harris es sorprendente.
7) Los tres responsables de la planta, los tres que terminarían recibiendo las condenas más fuertes, están retratados sin demasiados matices, algo caricaturizados. Son los villanos perfectos, sin espesura. El ex director de la central, Viktor Bryukhanov, el ingeniero jefe, Nikolai Fomin, y el ingeniero jefe adjunto, Anatoly Dyatlov. Este último-según testimonios de antiguos operarios- era muy rígido, poco amable en el trato personal, pero muy capacitado para su función. Lo que la serie dejó de lado es la historia personal de Dyatlov, que unos años antes había participado en otro accidente nuclear mientras era ingeniero jefe de una planta de submarinos nucleares. La radiación que recibió en ese episodio se suponía que debió haberlo matado, pero no lo hizo. Pero un año después murió un pequeño hijo suyo de leucemia. Se cree que debido a la contaminación con radiación que Dyatlov llevó a su hogar. Junto a ellos, que recibieron una condena de diez años, otros tres fueron condenados en el juicio: Yuri Laushkin, ingeniero jefe, y Boris Rogozhin y Aleksandr Kovalenko, directores del Reactor 4 (el que explotó), recibieron penas inferiores que no pasaron los cinco años de prisión.
8) Los efectos de la radiación están mostrados muy bien. Los operarios toman rápidamente el bronceado nuclear. Sus caras se vuelven rojas o marrones por efecto de la radiación liberada. Sin embargo, en las víctimas de la catástrofe nuclear ese proceso fue paulatino y no inmediato como muestra la serie. Sí sufrieron quemaduras espantosas quienes entraron en contacto directo con los materiales radiactivos. "Las víctimas proferían alaridos que nunca volví a escuchar; no se les veían heridas, pero habían aspirado vapor radiactivo: estaban quemados por dentro, se habían quemado sus pulmones", contó un sobreviviente. La otra objeción que puede hacerse es la enorme cantidad de sangre que se observa en el primer capítulo. Más allá de que la explosión produjo derrumbes, roturas y demás eventos que pudieron ocasionar lesiones, no se aprecian heridas que ameriten tanta sangre. La radiación mata en silencio y de manera invisible.
9) Las autoridades comunistas dieron una cifra baja de víctimas para tamaña tragedia: 31 muertos. Ese número se refiere solo a los que murieron en las horas siguientes a la explosión tratando de contener el incendio y las primeras tareas de salvataje. De esos 31, 29 eran bomberos. La historia del bombero Vasili Ignatenko y su esposa embarazada, Lyudmila, está extraída de Voces de Chernobyl, el implacable libro de la Premio Nobel Svetlana Alexievich. La tarea de los bomberos, desprovistos de las herramientas necesarias para proteger su integridad, fue demasiado desigual frente a la furia de Chernobyl. Sin embargo no hubo que combatir fuego en el techo de la planta tal como muestra la serie. Tampoco salió de las entrañas de la central destruida un rayo vertical azul que se dirigía al cielo en medio de la noche. Aunque sí sobrevolaba un halo indefinible, una tenue nube de ese color producto de algo que se conoce como "la radiación Cherenkov".
10) Como hemos visto son todas pequeñas desviaciones, pequeñas trampas para darle más vigor a un relato estremecedor. Nada que afecte la real dimensión y sentido de los hechos. De estas licencias, hay dos que son las más abruptas, las que se alejan de modo más terminante de lo sucedido. La primera de las enumeradas, la creación de la doctora Ulana Khomyuk, una especie de Frankenstein de los científicos soviéticos que intervinieron en la crisis. El otro gran desvío o error histórico es el desarrollo del juicio. Pero si se piensa en la necesidad de los guionistas de conseguir que la historia se entienda y mantenga el ritmo para hipnotizar a los espectadores, se comprende la elección. El juicio duró varios meses y a pesar de haber sido un proceso oral, padeció de todas las morosidades, tiempos muertos, zonas grises y tecnicismos que pueden asolar un juicio de estas características en medio de la insoportable y agonizante burocracia soviética. Por supuesto que no hubo tarjetas rojas ni azules. Un gran recurso narrativo que encontraron para que los espectadores logren entender sobre reactores, energía nuclear y demás cuestiones que suelen colisionar con el lenguaje audiovisual. La otra gran transgresión histórica es que, en ese juicio que se nos muestra, tan cercano a lo que estamos acostumbrados como espectadores desde El veredicto con Paul Newman a Cuestión de honor -y sí, por supuesto, también hay un momento "You can´t handle the truth"-, el gran protagonista, el que lleva el peso, el personaje principal de Chernobyl no participó de las audiencias en la vida real. Legásov no compareció en el proceso legal que condenó a los responsables de la planta nuclear. Hay una gran historia que quedó afuera de la miniserie según cuenta su creador Craig Mazin en un reciente podcast (en el que reconoce varios de estos "errores históricos"). Una vez producida la explosión, uno de los operarios comprendió la magnitud del desastre y salió caminando con tranquilidad de la planta nuclear. Fue a su casa, durmió una siesta, se despidió de sus familiares y regresó a su puesto de trabajo. Tenía una obligación y cumpliría con su deber aunque sabía que no iba a regresar con vida. No hacerlo no era una opción para él.