La pandemia de coronavirus trastocó la vida de prácticamente todos los seres humanos del planeta. Las personas se vieron obligadas a cambiar su vida cotidiana, hacer frente a largos tramos de confinamiento y padecer u observar, a veces con pavor, cómo los sistemas de salud, incluso de países del primer mundo, colapsaban y las economías, incluso las más fuertes, se derrumbaban. La Argentina no fue ajena a esto. No hubo un desborde sanitario, pero la grave crisis económica que atravesaba el país a principios de 2020 se agudizó severamente con el advenimiento de la pandemia y su consecuente cierre de actividades, caída de mercados y problemas en el comercio mundial.
Este combo llevó a que más del 40% de la población caiga en la pobreza, el PBI se derrumbe alrededor del 10% y las exportaciones cierren el año con una merma del 15,7% interanual. Pero la Argentina contaba con una ventaja: ser un país productor de alimentos, bien que, más allá de variaciones de precios o cantidades, nunca dejará de ser demandado a nivel mundial. Y eso posibilitó que la caída de la economía no haya sido considerablemente peor. A un año de la llegada de la pandemia, se puede decir que el sector agroindustrial fue el responsable de siete de cada diez dólares que ingresaron en el país.
Según datos del Ministerio de Agricultura, Ganadería y Pesca, las exportaciones totales durante el año pasado fueron de USD 54.884 millones, 15,7% por debajo de 2019. Los embarques de origen agroindustrial (materia prima y manufacturas de origen agropecuario) sumaron USD 38.550 millones. A pesar de que en la comparación interanual ese monto mostró una caída del 8,8%, si se toma la participación en el total de las ventas al exterior, acaparó el 70% de los despachos en valor. De esos USD 38.550 millones, los que más aportaron fueron los complejos sojeros y de cereales. La soja y sus derivados industriales aportaron USD 14.032,2 millones (36,4%), mientras que los cereales y sus productos procesados aportaron USD 9.020,7 millones (23,4%).
A pesar de la contundencia de estos números, los desafíos que se le plantearon a la agroindustria, sobre todo lo referida a granos, no fueron fáciles de sortear. En diálogo con Infobae, la jefa de Informaciones y Estudios Económicos de la BCR, Emilce Terré, explicó que “el 2020 fue un desafío para todos los sectores económicos. Apenas empezó a esparcirse el virus por el mundo, hubo un freno total de las actividades económicas con un cierre de la mayoría de los países del mundo. Hay que recordar que el petróleo llegó a estar a precios negativos. Ese momento afectó fuertemente al mercado de granos vía precios: hubo una caída muy importante en los valores que se negociaron de los que exporta argentina (la soja llegó a rondar los USD 300), siendo el momento más crítico del año”.
Más allá de los problemas logísticos que se plantearon al principio de la cuarentena a finales de marzo, que produjo una caída fuerte en el ingreso de camiones a los puertos, “todo lo que fue la actividad agroindustrial se convirtió en el salvavidas de Argentina. Con muchos sectores frenados o con problemas para operar, la demanda de alimentos no se cortó, las cadena agroindustrial se acomodó rápidamente y vimos que dentro de todo lo que exporta Argentina, de lo poco que se sostuvo fueron las exportaciones agroindustriales”.
Sin embargo, con la temprana recuperación de China y parte del sudeste asiático, también se generó una mayor demanda de granos y subproductos, por lo que los precios de los commodities comenzaron a subir hasta llegar a máximos desde 2014 para la soja o de 2012 para el maíz, lo que permitió recomponer en valor las exportaciones.
Carnes
En el caso de la exportación de carnes, se puede decir que la pandemia dejó un saldo casi negativo, ya que, a pesar de que hubo un incremento en la cantidad de toneladas comercializadas de carne bovina alcanzando un récord histórico, la caída en los precios hicieron que 2020 cierre con saldo negativo, mientras que los despachos de carne de pollo tuvieron tanto una merma en los valores como en volumen. La excepción fue la porcina, con un gran salto en tonelaje y en valor.
Según la Cámara de la Industria y Comercio de las Carnes (CICCRA), durante 2020 se exportaron 900.700 toneladas por USD 2.719,4 millones. Esto significa una caída del 6,5% en volumen y del 12,5% en valor, donde los valores que pagaba China se redujeron entre un 30% y 35%, mientras que los de la Unión Europea, se habían desplomado un 50%. Por otro lado, con una suba en la cantidad de animales faenados y en la producción de carne, cabe destacar que tanto el mercado interno (cuyo consumo alcanzó mínimos históricos per cápita), como el externo fueron totalmente abastecidos.
Consultado por este medio, el presidente de Ciccra, Miguel Schiariti, repasó que “en el sector externo los problemas comenzaron en diciembre con coronavirus en China, con una durísima cuarentena, a punto tal que se cerraron los puertos por no haber personal y generó que mucha mercadería fuera desembarcada en países vecinos. Más allá de los problemas de logística, hubo dificultades serias en lo que respecta a cobranza de esa mercadería, con una caída muy fuerte de precios, producto de que había sobrestock y sin la posibilidad de discutir contratos”.
En el caso de la carne de pollo, las exportaciones se redujeron 14,5% en volumen hasta las 240.000 toneladas (35.000 toneladas menos), con una recaudación de USD 385 millones. La caída de los precios y la pérdida de mercados fue lo que la pandemia le trajo aparejado a la actividad, a pesar de que en el mercado interno se alcanzó un récord de consumo per cápita. Según explicó el presidente del Centro de Empresas Procesadoras Avícolas (CEPA), Roberto Demenech, “los mercados se perdieron a manos de Brasil, Estados Unidos y la Unión Europea. La actividad comercial cayó producto de la pandemia con una merma de la demanda, que trajo como primera consecuencia una baja en los precios. Conclusión de esto, perdimos los volúmenes que perdimos, sumado a un tipo de cambio que no nos acompañó”.
Caso contrario ocurrió con el sector porcino. Durante el año de la pandemia, la exportación creció 66% hasta las 42.000 toneladas y los ingresos pasaron de USD 45 millones a USD 77,1 millones. Consultado al respecto, el consultor Juan José Uccelli comentó a este medio que “en un año muy difícil para el mundo, el sector comenzó la cuarentena con problemas que llegaron hasta mitad de año, cuando hubo un cambio muy importante en la rentabilidad, que hizo que el 2020 fue un año altamente positivo”.
Economías regionales y lechería
El sector denominado economías regionales está compuesto por más de 30 complejos productivos a lo largo del país, por lo que, sobre todo en un año de pandemia, su saldo fue dispar, ya que producciones como la de peras y manzanas culminaron con signo positivo, mientras que el algodón, por ejemplo, cerró con fuertes bajas en sus precios. En base a datos aportados por Silvina Campos Carlés, economista especializada en economías regionales, este sector, exceptuadas la producción de soja, maíz, sorgo, trigo, cebada, leche y carne bovina, cayó 9% en volumen hasta los 4.915.497 toneladas, mientras que en valor la merma fue de 7% para caer a USD 4.744,9 millones.
Para Campos Carlés, “en general las economías regionales que tuvieron asociadas a alimentos han tenido un desempeño similar al de 2019 en cantidades, y los precios dependen de a qué mercado se dedicaron. Las que tuvieron más complicadas son las relacionadas a fibras o energía, donde el principal destino de exportación era Europa, como las lana, que sigue sin demanda, o forestación y algodón. Si bien en algunos casos las cantidades aumentaron, los valores estuvieron entre un 25% y 40% por debajo en exportaciones”. “Por el lado de alimentos, se mantuvieron las cantidades +-10%, por ejemplo el arroz o las hortalizas, que con la pandemia fueron los más demandados. En el caso del cereal, venía achicando su superficie de producción y ahora va a extenderse. Si bien exportó 10% menos, subió 5% en valor. Caso contrario sucedió con el girasol, cuyas exportaciones cayeron 30%”, culminó.
En la lechería, al día de hoy se atraviesa un momento complejo: si bien aumentó durante la pandemia la producción (7,4%), el consumo (1,2%) y las exportaciones (22,8%) hasta los USD 1.139,8 millones, el sector tiene problemas de rentabilidad. Según explicó Jorge Giraudo, director del Observatorio de la Cadena Láctea Argentina (OCLA), “en su conjunto perdió valor, el industrial y el primario, que a pesar de que venía con un contexto más favorable, a partir de mitad de año empezó a tener rentabilidad negativa. El precio medio que recibe el productor estuvo en USD 0,27 por litro cuando necesita cuanto menos USD 0,32 que mediana retribuya todos los gastos. El sector está en una situación compleja”.