A tres meses de haber asumido, el Gobierno argentino se enfrenta con un escenario tremendamente desafiante. A la recesión y estado de “virtual default” se sumaron varios episodios que le generan a la economía serias complicaciones en el corto plazo: los efectos negativos del coronavirus para la actividad global, la renovada disputa con el campo y ahora la debacle del precio del barril de petróleo de más del 20%. El peligro es que esta situación agrave la escasez de divisas que ya sufría la Argentina y sean necesarias nuevas medidas para contener la fuga de dólares. El sector que es candidato obviamente es el comercio exterior, teniendo en cuenta que los importadores son los únicos que pueden acceder al tipo de cambio oficial, hoy levemente arriba de $ 62,50. Y queda flotando un interrogante que podría crecer si el contexto internacional no se tranquiliza: ¿alcanzará con el impuesto de 30% a la compra de dólares y uso de la tarjeta en el exterior?
Los tres acontecimientos que recrudecieron en las últimas jornadas (petróleo, coronavirus y paro del campo) impactan en lo inmediato en el flanco más vulnerable que tiene hoy la Argentina: la restricción externa, es decir la escasez de dólares. El derrumbe del petróleo genera un desafío enorme. Por un lado complica seriamente a las ocho provincias productoras, ya que recibirán menos recursos y podrían sufrir problemas de empleo. En Neuquén esto podría ser más complicado por el yacimiento de Vaca Muerta, pero en otras provincias donde se explota petróleo convencional la situación también podría tornarse dramática. Resulta fundamental conseguir nuevas fuentes generadoras de dólares a partir de un tipo de cambio competitivo. Pero todos los planes para conseguir mayor oferta de divisas por el momento no pueden ser llevados a la práctica.
Sin posibilidad de salir a competir a un valor del barril cercano a los USD 30, el impacto es doble: no sólo no vendrán dólares para promover nuevas inversiones en el sector, sino que el plan de promover las exportaciones hidrocarburíferas quedará por ahora en una simple expresión de deseos. El presidente Alberto Fernández había adelantado en su discurso inaugural de sesiones ordinarias en el Congreso que se estaba trabajando en esa dirección, pensando también en el sector minero. Ahora entró todo en una suerte de “limbo”. El enfoque con el que el nuevo gobierno llegó al poder era la necesidad de fortalecer el nivel de reservas y generar los dólares necesarios para que la Argentina no sufra nueva crisis cambiarias como ocurrió durante 2018 y 2019. El control de cambios traba la salida de divisas del país, pero aún es necesario captar dólares frescos. En este esquema, resulta fundamental conseguir nuevas fuentes generadoras de dólares a partir de un tipo de cambio competitivo. Pero todo ese engranaje para conseguir mayor oferta de divisas quedó por el momento como una idea imposible de llevar a la práctica.
El petróleo obviamente no es lo único. El duro efecto que el contagio del coronavirus está generando en distintos países provocará un menor crecimiento y crecen las chances de que se transforme en una recesión global. En ese contexto, se verán afectadas las exportaciones argentinas ante una caída de la demanda y además los menores valores de los productos que la Argentina le vende al mundo, especialmente agrícolas. El paro del campo que arrancó ayer tampoco ayuda. Se trata del sector que más divisas genera a la Argentina, pero sufre un fuerte aumento de la presión impositiva. Esto podría desalentar la producción futura y por ende la generación de divisas relacionada a exportaciones. En medio de devaluaciones en todos los países de la región, la presión sobre el tipo de cambio oficial aumentó en los últimos días y el Central tuvo que salir a vender ayer para evitar un aumento más rápido. Finalmente el peso fue la moneda que menos cayó por esta intervención oficial y las restricciones cambiarias.