River profundizó su crisis al perder con Sarmiento, pero la imagen de la noche no fue la frustración de los jugadores ni el lamento de Gallardo, sino cómo explotó el Monumental con una nueva derrota, la sexta en los últimos siete partidos.
Contabilizando solo los partidos del Torneo Clausura, son cuatro caídas en fila, racha inédita desde 2010, pero la estadística se engrosa al sumar los encuentros con Palmeiras, que también significaron el fin del sueño continental.
Y justamente, con el paso de los partidos, el Millonario va reduciendo sus esperanzas para clasificar a la próxima CONMEBOL Libertadores: con 0 puntos de los últimos 12 y el equipo en un flojísimo momento, la Copa Argentina parece ser el camino más corto y viable.
La gente reprobó, insultó y silbó
Como en cada partido, el Monumental estuvo colmado. Ni la mala racha ni el pronóstico de lluvia, que se confirmó en el inicio y en el final del partido mediante una cortina de agua, redujeron la cantidad de espectadores en Núñez. Pese a las bajas por la Fecha FIFA, parecía una jornada ideal para despegar.
La tarde-noche venía tranquila. El aplauso al Oso Pratto en la previa y el respetuoso y emotivo minuto de silencio en recuerdo de Miguel Ángel Russo fueron las primeras grandes interacciones del público presente.
Y salvo algunos murmullos, ni el gol de Iván Morales, blooper de Armani mediante, trastornaron el ánimo. La gente siguió empujando a un equipo que, en el terreno de juego, no transmitía más que ganas de ir para adelante y algunas aproximaciones.
Recién transcurridos 10 minutos del complemento, con el equipo en Babia, limitándose a tirar centros al área y patear de lejos, llegó el primer llamado de atención. "Movete, River, movete", fue el primer hit de protesta.
El partido se empezaba a ir de las manos, las llegadas del local ya eran equiparables a las de Sarmiento, que ordenado para salir de contragolpe casi no sufría, y el "A ver si nos entendemos los jugadores y la popular" empezó a escucharse en todas las tribunas.
Pero esos clásicos cánticos de enojo no eran una novedad. Tampoco un quiebre en la relación hincha-equipo.
Sin embargo, cuando la derrota era prácticamente un hecho, se cantó prácticamente al unísono una canción que recuerda a malas épocas en Núñez: "Jugadores, la c* de su madre, a ver si ponen huevos, que no juegan con nadie".
Cuando el pibe Jaime, debutante que dejó buenas sensaciones por su frescura y uno contra uno, encaró a un par de rivales y habilitó a Borja para el gol del (frustrado) empate, el enojo cesó. Primero por la intervención del juvenil y luego por el desahogo que significó un gol que no terminó plasmándose en el marcador, porque el Colibrí estaba en offside.
El pitazo final fue seguido por una silbatina generalizada que reflejó la reprobación de los hinchas. Algo más aislados fueron los insultos a los jugadores mientras se retiraban de la cancha, pero la gente no perdonó ni aprobó una nueva y dura caída: Palmeiras en dos ocasiones, Atlético Tucumán, Riestra, Rosario Central y, ahora, Sarmiento, una racha en la que se metió el triunfo contra Racing que, lejos de ser un partido bisagra, terminó siendo la excepción a la regla.
A mediados de octubre y sin Libertadores, River se quedó sin margen: debe ganar la Copa Argentina, el Clausura o sumar muchos puntos en la Tabla Anual -estando abajo de Boca y Central y pudiendo ser rebasado por Riestra, ya no depende de sí mismo- si quiere jugar la próxima Copa.
Gallardo, una vez más, asumió la responsabilidad por el presente de un equipo que no tiene reacción. Ni cuando le hacen un gol ni cuando un equipo le plantea un partido incómodo, con un férreo bloque defensivo que le corta pases y circuitos de juego.
Pero el equipo se empieza a quedar sin tiempo y los hinchas, como hacía mucho tiempo no pasaba, se cansaron.
Los próximos dos compromisos tendrán hinchas de River en Córdoba, frente a Talleres e Independiente Rivadavia, y luego tocará volver al Monumental para recibir a Gimnasia, en la previa de un sprint final que incluirá el Superclásico con Boca en La Bombonera y un partido con Vélez en el Amalfitani.





















































