Una película de terror con guión morboso, suspenso extremo y final dramático. Protagonizado por el mismo hombre que se había convertido en héroe en un milagroso empate sobre la hora y pasó a ser el villano en una definición por penales con tantas emociones y vaivenes como en los 90’ en Porto Alegre y en toda la serie de octavos de final de la Copa en la que River perdió mucho más que un partido decisivo para lo que resta del año. Por eso, la desazón, la impotencia y las lágrimas de un triste e impensado final después de lo que había sido la remontada en el Monumental.
Con la eliminación en la Libertadores River perdió prestigio. Perdió autoridad, coraje, mística copera y la chance de sumar a Lanzini para la próxima fase. También perdió la suerte de potencial campeón que pareció acompañarlo hasta ese remate de Rojas que reventó el travesaño y le sirvió al arquero uruguayo Rochet la oportunidad de agigantar su figura que resultó crucial primero en el Monumental y este martes a la noche en Brasil.
El sueño del equipo de Demichelis en la Libertadores se derrumbó demasiado rápido y a partir de hoy comienza una nueva etapa del ciclo post Gallardo que había comenzado con éxito a nivel local pero que pagó muy caras sus falencias defensivas en las pelotas paradas y su debilidad estructural en la Copa que había quedado al desnudo desde el primer partido en la altura de La Paz y jamás logró corregir como lo exige esta competencia.
AFUERA RIVER ❌ , INTER A CUARTOS ✅ pic.twitter.com/hohFV1Ih1v
— Diario Olé (@DiarioOle) August 9, 2023
La apuesta que había resultado un pleno para dar vuelta el partido en Núñez fue una moneda al aire que cayó al revés. Porque Solari no se pareció en nada al de la semana pasada, resolvió cada una de las limitadas chances de ataque que tuvo y hasta se resbaló en un penal que pudo haber resultado decisivo y fue invalidado por doble golpe impacto en el remate.
El orden, intensidad y protagonismo que buscó Demichelis se vio desbordado por la vorágine que propuso el Inter y por lo largo que quedó River con su juego largo y vertical que incluso lo alejó demasiado del área rival. Así, el equipo de Coudet empezó a encontrar huecos para penetrar a una inestable defensa que trató al principio de presionar lo más cerca posible de la mitad de la cancha para cubrir las espaldas del doble pivote Enzo Pérez-Aliendro. Sin embargo, justamente por ese lugar comenzó a filtrarse Patrick y otra vez el equipo dependió de las atajadas heroicas de Armani para mantenerse con vida en el primer tiempo.
La accidentada lesión y posterior salida del capitán Enzo Pérez le sacó ritmo al Inter en los minutos previos al descanso pero en la segunda parte River volvió a perder el equilibrio y, aún peor, la concentración, porque justamente el fondo se durmió y le dejó la zona liberada a un conocido de la casa que precisamente se caracteriza por convertir goles decisivos de cabeza.
El 2-0 que se metió como pidiendo permiso en el arco de Armani tras un desvió pareció la crónica de un final anunciado, aunque el aura copero de River volvió a producir un milagro y el recién ingresado Rojas consiguió el milagro casi llevándose por delante la pelota en las narices de Rochet, el mismo arquero que instantes después tapó un derechazo de Aliendro con destino de empate y el pase a los cuartos.
Hubiera sido un premio demasiado alto para el nivel de juego y mentalidad que tuvo River en Porto Alegre. Es cierto, en los penales volvió a acariciar la clasificación. Pero el sueño terminó en pesadilla. En un Porto muy triste.