“El plantel deberá aislarse en el dispositivo previsto por el Club durante siete días de acuerdo a las previsiones vigentes para las delegaciones deportivas en eventos internacionales, cumpliendo las prácticas correspondientes bajo la modalidad burbuja y sin intervención o interacción de terceros, realizando el test PCR del día siete, evitando circulación con terceros o cualquier otra actividad social, con el fin de garantizar una burbuja que supere cualquier posible desvío”.
El texto anterior figuraba, en la medianoche del jueves al viernes, en la página oficial del Ministerio de Salud de la Nación. Es un testimonio frío de que las definiciones epidemiológicas tienen fundamentos que, en algunos casos, tienen una consistencia discutible.
El comunicado está fechado el 21 de julio y había sido publicado en sintonía con la llegada de los jugadores, cuerpo técnico y directivos después del bochornoso partido ante el Atlético Mineiro. Ya había pasado el partido del escándalo, los incidentes, la escala en la comisaría de Belo Horizonte, la noche adentro de los micros y el regreso accidentado.
La medida adoptada por la cartera que conduce Carla Vizzotti apuntaba, según el texto citado, a evitar contagios de COVID-19, máxime con la exposición que tuvieron todos los integrantes de la comitiva que participó de los octavos de la Copa Libertadores a fuentes de contagios en un país como Brasil, donde ya se detectó y confirmó la circulación comunitaria de la temible cepa delta. Pero, en menos de 24 horas, esa fundamentada decisión epidemiológica se diluyó.
En un país como Argentina, donde hay más de 10 mil argentinos varados y a la espera de que el Gobierno los autorice a regresar y con controles casa por casa de cada viajero que logra volver, el Ministerio de Salud de la Nación resolvió desactivar ese aislamiento total de siete días y estableció un polémico “corredor sanitario” con el único objetivo de permitirle al club Boca Juniors jugar con sus titulares ante Banfield el próximo sábado.
La cartera sanitaria dejó trascender que le hará lugar a la revisión pedida por Boca, bajo la justificación de que contaba con avales de la Conmebol y el Consulado para justificar que la burbuja sanitaria, supuestamente, jamás se había roto durante su viaje a Brasil, pese a los incidentes, las peleas cuerpo a cuerpo con jugadores, dirigentes y policías brasileños y haber tenido que presentarse a la comisaría de Belo Horizonte.
Según los trascendidos, al club controlado por Juan Román Riquelme y Jorge Amor Ameal les permitirán salir del hotel Intercontinental donde cumplían el aislamiento original, ir a Casa Amarilla para entrenarse hoy y dirigirse mañana al estadio Florencio Sola, para jugar a las 20:15, contra Banfield con los titulares. La única condición: un PCR negativo.
La mirada de los expertos
“Si uno está pensando en hacer un aislamiento en Argentina debería ser para todos. Si existe una barrera sanitaria para proteger el ingreso al país, sobre todo de la cepa Delta, la idea es que se tiene que cumplir estrictamente en todas las personas.
Se está haciendo un esfuerzo grande por parte de gente que no puede regresar en tiempo y forma, y se está obligando a todo el mundo a aislarse, esta es una situación que no tiene una excepción sanitaria justificada”, expresó a Infobae Alejandro Chirino, coordinador de la sección de infecciones pulmonares de la Asociación Argentina de Medicina Respiratoria
Y agregó: “Sobre todo porque aunque ellos vayan por un tubo de donde están concatenados a jugar el partido, van a estar en contacto estrecho con los jugadores del otro equipo durante 90 minutos, o sea que ahí se pierde todo tipo de corredor sanitario. A no ser que todos se vayan, incluidos los del otro equipo, a aislarse siete días”.
“¿De qué hablamos cuando nos referimos a burbuja social?”, se preguntó por su parte a Infobae Mirna Biglione, investigadora en el Instituto de Investigaciones Biomédicas en Retrovirus y SIDA, que depende la Universidad de Buenos Aires y el CONICET, y miembro de la Asociación Argentina de Alergia e Inmunología Clínica.
“La burbuja social permite que las personas que conviven podrán compartir un mismo espacio y proximidad, manteniendo el distanciamiento con otra burbuja social y/o asistentes. Distanciamiento, que claramente es imposible balón de por medio. ¿Qué sucede con todo aquél que decidió viajar, quizás por trabajo, o por enfermedad de un hijo? ¿Vale la excusa?”, objetó Biglione.
“La normativa que dictó el gobierno fue contundente, deberán realizar un aislamiento de 7 días y cumplir con un total de tres pruebas para SARS-CoV-2. La primera es previa al ingreso al país, la segunda al llegar, y la tercera luego de 7 días del arribo como condición de finalización del aislamiento obligatorio. Siempre y cuando obtengan su cupo y autorización y logren volver.
Pero el futbol mueve montañas, dinero y poder. Si bien algunos clubes debieron jugar con reserva o suplentes parece que hay colores que recibieron otras ventajas. Hablamos de justicia, igualdad de oportunidades, hacemos llamados de autoconciencia y responsabilidad. La pregunta es: ¿el ejemplo quién lo da?”, cerró la investigadora.
¿Una doble vara?
El gobierno nacional tomó la decisión en abril pasado de limitar la llegada de argentinos desde el exterior, bajo el argumento de evitar el ingreso de personas que se hubieran infectado en el exterior y frenar la eventual importación de cepas más contagiosas y mortales que las predominantes. Empezó con un cupo de 2.000 pasajeros por día, se endureció a solo 600 y, tras las quejas y reclamos -incluso hasta en la Justicia- se vio obligado a aflojar las restricciones.
El cierre, que en su peor momento llegó a provocar que 25 mil argentinos estuvieran varados y a la espera de una plaza en un avión para volver a su tierra, se justificaba en que el PCR obligatorio en lugar de origen podía no ser suficiente para detectar si efectivamente el pasajero estaba o no infectado.
Más aún, el gobierno decidió aplicar un riguroso sistema de control obligatorio para que todos aquellos viajeros que regresen del país estén obligados a permanecer aislados por siete días en hoteles o en sus casas, bajo la pena de multas y sanciones.
Esa rigurosidad sobre los ciudadanos argentinos que viajaron al exterior, sin embargo, no regirá para los jugadores de Boca Juniors que protagonizaron la batalla campal en Belo Horizonte, tras ser perjudicados por el arbitraje en los octavos de final de la Copa Libertadores.
Para los titulares del club de la Ribera, con el PCR bastará para que puedan salir del hotel, entrenarse en Casa Amarilla y jugar el partido el sábado por la fecha del campeonato. Es que antes habían rechazado jugar con suplentes o de las inferiores -como hicieron otros clubes que padecieron brotes- y el resto de los clubes se negaron a suspender el encuentro.