El área metropolitana de Buenos Aires registró un marcado aumento de los casos positivos de coronavirus en los últimos días. Todo parece indicar que finalmente el tan esperado pico de la pandemia se acerca. En las oficinas del Ministerio de Salud porteño son muy cautelosos a la hora de hacer pronósticos. Aclaran una y otra vez que sus cálculos se basan en datos que pueden cambiar: por ejemplo, la tasa de contagios (R), que hoy es de 1.4, puede empeorar si se modifican las políticas públicas o si la gente deja de respetar el aislamiento. Los funcionarios saben que es vital no generar falsas expectativas en este clima de cansancio social con la cuarentena.
Sin embargo, los pronósticos están hechos y marcan que a mitad de junio la curva alcanzará su punto máximo. “Si las condiciones internas no cambian, en la primera quincen de junio se va a empezar a dar una curva que tocará sus máximos a mitad de mes y luego va a empezar a descender hacia finales”, explicaron. Confían en que la curva será “relativamente roma”, es decir, no tendrá un pico muy definido. Como una campana. Aunque insisten en que no pueden dar garantías porque la situación sanitaria en la capital está atada, entre otras cosas, a la evolución del conurbano.
Para llevar calma, informan que el subsector público de salud no debería verse desbordado incluso en el peor momento. Por ahora las cuentas cierran: durante el pico se necesitarán entre 3.000 y 3.500 camas totales, de las cuales la gran mayoría -unas 2500- será destinada a pacientes leves; por ejemplo, en los hoteles reacondicionados. Otras 800 camas tendrán una complejidad media y serán ocupadas en los hospitales. Finalmente, serán necesarias 300 camas de terapia intensiva con respiradores. Todas cifras que actualmente el sistema está en condiciones de absorber.
La situación en los barrios populares es un capítulo aparte y requiere medidas específicas debido a los problemas de infraestructura y a las dificultades para mantener el aislamiento sociales. Sin embargo, las autoridades porteñas descartan de plano implementar políticas de “contención física” por barrio, como hizo el gobierno bonaerense en la Villa Azul. El barrio ubicado entre Quilmes y Avellaneda se encuentra completamente bloqueado por la policía de la provincia por decisión de Axel Kicillof quien, en sintonía con el gobierno nacional y los municipios que conducen Mayra Mendoza y Jorge Fererraresi, decidió tomar esa estricta medida de aislamiento para evitar que el virus se propague por la zona.
En cambio, los funcionarios comandados por el ministro Fernán Quirós entienden que intentar aislar una villa entera “no tiene ninguna lógica técnica” porque el alto nivel de transmisibilidad del virus hace que no se quede en un lugar focalizado. “Llegó por Barrio Norte con la gente que viajaba y ya está distribuida por toda la ciudad”, ejemplifican. “Si hoy tuvimos 300 casos y 80 son en la Villa 31, ¿qué sentido tiene aislarla si la mayoría de los positivos son afuera?”, agregan. La estrategia para las zonas vulnerables que consideran más efectiva para este distrito es otra y tiene tres patas: testeos masivos para cortar los focos de infección, operativos de higiene urbana y asistencia alimentaria -que se triplicó de 102 mil personas a 300 mil-.
Otra cuestión que parece descartada son las restricciones especiales para la circulación de los adultos mayores. El Gobierno porteño asegura que los datos demuestran a diario que tenían razón: el 83% de los enfermos tiene menos de 60 pero el 87% de los muertos tiene más de 60. Sin embargo, tras las críticas que recibieron de todos los sectores, lamentan que “no hubo receptividad” en la sociedad. En la sede de Uspallata reconocen que en las últimas semanas hubo cierto relajamiento de la cuarentena acompañado con las autorizaciones para salir con los chicos y para los comercios no esenciales.
“Sabíamos que estaba ese espacio de tres semanas antes de que levantara la curva y buscamos ocuparlo de una manera muy prudente: la gente tiene una mezcla de miedo y saturación, pero se comportó bien”, explican. Ahora es momento de esperar la evolución de la curva. Incluso sigue en la mesa la posibilidad de volver todo para atrás si la situación se desmadra como en Italia. “La única verdad son los casos hasta ayer, lo que va a pasar mañana no lo sabemos”, resume un miembro de la mesa chica porteña.